Marina Piracés recupera el imaginario paisajístico representado en los actuales billetes nacionales. A saber, los Parques Nacionales Torres del Paine, Alberto Angostini y La Campana; la Reserva Nacional Nalcas; el Monumento Natural Salar de Surire. En lo relativo a estas categorías enunciadas, cabe justamente mencionar que las definiciones de Parque, Reserva y Monumento corresponden a “rangos de patrimonio natural” y por ende, no tienen la misma valorización en cuanto a recurso paisajístico –y de explotación del suelo- siendo jerárquicamente, el primero, el más alto (que puede a su vez estar asociado a la categoría superior de Reserva de la Biosfera para toda la humanidad). Son entonces, aquellos tesoros naturales, únicos y singulares, que Marina disecciona, reproduce y reitera como patrones o modelos en serie, en resonancia con los mismos soportes que los contienen. Repite y reúne las fracciones de imágenes, cosiéndolas a mano con hilos brillantes como la “plata”, produciendo capas, volúmenes, bajorrelieves y patchworks en los que la referencialidad figurativa termina por perderse. Asimismo, deconstruye el valor de los números, al acumular y unir mediante ojales metálicos, estratos y fragmentos de ceros que usurpa de los billetes de mil, dos, cinco, diez y veinte mil pesos.
Adiciones y sustracciones materiales que apuntan a una sola y misma idea: cuestionarse aquel valor mercantil del paisaje, tanto simbólico como literal, cuando efectivamente las privatizaciones y sobreexplotaciones de los territorios que lo componen parece ser la norma de nuestros tiempos.
Nathalie Goffard, Fragmento del texto De paisajes circulantes y símbolos inflacionarios